, King, Stephen La Expedicion 

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instante empezó a hablar el redactor, y lo que dijo fue tan sorprendente
que la mujer del escritor olvidó sus protestas.
 La locura es como un proyectil flexible.
La mujer del agente hizo un gesto de sorpresa ante
la frase. El escritor se inclinó hacia adelante, con una expresión irónica.
 Me suena bastante  dijo.
 Claro  respondió el redactor . La frase, la imagen del proyectil
flexible, es de Marianne Moore, que utilizaba esa expresión para designar
los coches. Yo siempre pensé que describía magníficamente el fenómeno
de la demencia. La locura es una especie de suicidio mental. ¿Acaso no
aseguran los médicos que la única medida cierta de la muerte es la muerte
mental? La demencia es una especie de bala flexible dirigida al cerebro.
La mujer del escritor se levantó.
 ~Quién quiere beber algo?
Nadie respondió a la oferta.
 Pues yo sí, si es que vamos a seguir hablando de esto  dijo,
preparándose algo de beber.
 Una vez, cuando todavía trabajaba en Logan s, me enviaron un
relato  dijo el redactor . La revista tuvo el mismo destino que Collier s
y el Saturday Evening Post, aunque ellos tuvieron que cerrar mucho antes
que nosotros  prosiguió, con un cierto tonillo orgulloso .
Publicábamos unos treinta y seis cuentos al año y, a veces, más. Cada
año, tres o cuatro eran incluidos en alguna relación de los mejores relatos.
Por si fuera poco, la gente los leía realmente. Pues bien, el titulo del relato
era «La bajada del proyectil flexible», y lo había escrito un tal Reg
Thorpe, un escritor joven con tanto éxito como tú  dijo, dirigiéndose al
escritor.
 Escribió también Imágenes del sub mundo, ¿verdad?  preguntó la
mujer del agente.
 Sí. Fue un éxito extraordinario para tratarse de una primera novela.
Tuvo unas críticas inmejorables y las ventas no le fueron a la zaga, tanto
en edición de lujo como de bolsillo. Apareció en todas las listas. Incluso
la película fue bastante buena, aunque no tanto como la novela, ni mucho
menos.
 Me gustó mucho ese libro  dijo la mujer del escritor, que había
acabado por interesarse en el tema, a pesar de su aprensión inicial. Tenía
el aspecto sorprendido y encantador de quien recuerda de pronto un tema
olvidado por largo tiempo . ¿Ha escrito algo más desde entonces?
Recuerdo haber leído Imágenes del submundo cuando estaba en la
universidad, hace ya tanto... que ni me acuerdo.
 Pues se te ve igual que entonces  dijo la mujer del agente,
sonriendo, aunque en realidad pensara que la mujer del escritor usaba
unos sostenes demasiado pequeños y una falda demasiado corta para su
edad.
 No, no ha vuelto a escribir nada desde entonces
 prosiguió el redactor . Excepto el relato que he mencionado antes. La
verdad es que se suicidó. Se volvió loco y se mató.
 [Oh!  exclamó la mujer del escritor, decepcionada. Otra vez
estaban hablando de lo mismo.
 ~Llegó a publicar el relato?  preguntó el escritor.
 No, pero no porque el tipo se volviera loco y acabara matándose,
sino porque el redactor se volvió loco y estuvo a punto de matarse
también.
El agente se levantó de pronto para servirse algo de beber, aunque
una copa más no fuera precisamente lo que necesitaba. Sabía que el
redactor había sufrido una importante depresión nerviosa en 1969, un
poco antes de que Logan s llegara a los números rojos.
 Yo era el redactor jefe  informó a los otros el redactor . En
cierto sentido, nos volvimos locos los dos, Reg Thorpe y yo, aunque él
vivía en Omaha y yo
en Nueva York, y nunca llegamos a conocernos personalmente. El libro
había sido publicado hacía unos seis meses y Reg se fue a vivir a Omaha
para «encontrarse a si mismo», como se decía entonces. Y ocurre que co-
nozco su versión de la historia porque conozco a su mujer y de vez en
cu~ndo coincido con ella en Nueva York. Es pintora, y bastante buena,
por cierto. Además, tuvo mucha suerte. Reg estuvo a punto de llevársela
con él.
El agente volvió con su vaso y se sentó.
 Creo recordar algo  dijo . No fue sólo su mujer, ¿no es cierto?
Me parece que disparó contra un par de personas, una de ellas, un niño, si
mal no recuerdo.
 Exacto  replicó el redactor . Y fue precisamente el niño el que
desató su locura.
 ~Que el niño desató su locura?  preguntó la mujer del agente .
¿Qué quieres decir?
El redactor prosiguió su relato, ignorando la pregunta. Estaba claro
que no permitiría que dirigiesen su discurso.
 Conozco mi parte de la historia porque la viví
 prosiguió . He tenido bastante suerte. O muchísima suerte. Hay algo
interesante en la gente que trata de suicidarse apuntando una pistola a
su cabeza y apretando el gatillo. Creen que es el método más seguro,
mejor que tomar un frasco entero de somníferos o cortarse las venas,
pero no es así. Cuando uno se dispara en la cabeza, no se sabe muy
bien lo que va a pasar. La bala puede rebotar y matar a otra persona.
O seguir la curva del cráneo y salir por el otro lado. O alojarse en el
cerebro, dejarte ciego, y, en cambio, no matarte. Te puedes disparar
en la frente con un 38 y despertarte en el hospital y, en cambio, te
disparas con un 22 y te despiertas en el infierno..., si es que existe.
Aunque creo que sí existe: me han dicho que está en Nueva Jersey.
La mujer del escritor lanzó una carcajada estridente.
 El único método de suicidio que no falla es el salto desde un
edificio muy alto, que es lo que hacen los que verdaderamente lo desean.
Pero es que quedas tan cochambroso, ¿verdad...?
»Lo que quiero decir es lo siguiente: cuando te disparas un proyectil [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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